Soy yo la que recuerda todos los pasos dados,
esa la que anhelaba quedarse en un lugar perfecto : un pecho tibio, uno brazos firmes y una boca que jamás mintiera.
¡Cuanto daña la palabra no dicha!
y cuanta dicha tienen las palabras en el recoveco de la espera.
Hoy, avergonzada y mal herida, recuerdo los viajes y
los destinos con todos los paisajes
con tu mano en la mía,
la paz,
un roce, un beso, una caricia cerca... Nada de esto en nuestra despedida, por cierto.
Tú me insistes hasta que revientan mis oidos con tu voz.
E insistes en pedir perdón,
y yo solo quiero más alas para irme aún más lejos.
No te dí yo ese necroso lugar del desprecio ,
ni el insulto puesto en un grito en la ventana abierta de mi departamento.
¿Acaso no fui yo la que te rogaba por favor silencio, silencio?
¿Acaso no fui yo la que siempre pidio respeto?
Taciturna la vida a veces nos encuentra arrancando por un callejon oscuro y mal oliente de recuerdos...
No fui yo.
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