Anoche finalmente -y después de años intentando ir-visité la tradicional fiesta de La Pampilla. Lugar perfecto donde -decían- encontraría lo más popular en estos tiempos de fiestas patrias, y algo de eso hubo.
Para quien no sabe de estas calamidades del mundo, La Pampilla, es una planicie de tierra, de unas cuantas hectáreas encaramada sobre un cerro en un secor llamado "la parte alta" de Coquimbo, con muchas casas alrededor como en un anfiteatro, y el lugar privilegiado donde el cuidadano común se instala desde la segunda semana de Septiembre para celebrar el bien aclamado 18 , día de la independencia nacional.
Y bien digo, " se instala" la gente , porque incluso para las abuelas que traen desde los valles interiores, puede ser éste "EL" evento del año en que salen , y son capaces de traerlas con el catre de bronce incluido,bien a la antigua, y pernoctar al menos 7 días a la intemperie bajo una carpa bien curiosamente armada de frazadas o plásticos.
Entonces,con los baños químicos que ha dispuesto la municipalidad y que son "administrados" y "cobrados" por un cuanto hay de gente, es que se puede una duchar y hacer lo que todo bien nacido hace:cagar. También te puede lavar las manos en medio de este tierral, gracias a unas improvisadas llaves-mangueras plásticas , lavar la loza del almuerzo, y continuar la jarana.
La jarana digo, porque en ese paisaje amplio y plano, como varias canchas de futbol a su vez o como del tamaño del aeropuerto de Santiago, es que se puede comprar de todo: desde el pipeño en botella de 3/4 a luca que no alcancé a tomarme de lo tan choqueada que estaba con tanta gente, hasta una aguja, o hacerse un tatuaje de henna en medio de los pasillos con toda la gente paseando y opinando, hasta comprarse calzones o una linterana a fricción, cortinas de baño, herramientas, ropa militar, música pirateada, DVD con juegos, cuadros, mermeladas, pócimas para todos los dolores (inlcuidos éstos los del alma) celulares o reparar alguno, lentes de sol,fruta confitada, y los clásicos antichuchos de alguna especie animal ahora asada. También hay puestos de los infaltables churros, las papas fritas, hot dogs, jugos naturales, calugas, aceitunas,chicles, cigarros sueltos y otros vicios para el cuerpo. ¡Incluso hasta un parque de diversiones dentro había!
Este lugar es un gran persa y con entrada para todo: el auto pagaba y cada pasajero dentro de él también. El estacionamiento dentro, podía ser en un lugar cerrado en el que cobraban 1/3 de lo que pagaste en la entrada, o podias dejarlo por ahí entre las calles naturales que la gente hacia con su andar, por una propina cualquiera.
La gente colgando en los mesones de la chichería y la banda chilena Lucybell en el escenario tocando y el vocalista al que no le entendí nada de lo que cantó con su voz gótica.
Los stand con múltiples atendedores estaban alineados uno al lado de otro, y ¡ lleno de comerciantes peruanos! Impresionante. ¿Dónde estaba el comerciante nacional me pregunto yo?
En un momento, paseándome con mi amiga Auri -que más tiene look de alemana que de otra cosa- en medio de esos pasillos tierrosos atestados de gente, que como ganado caminaba arrastrando los pies y desatando la polvareda, divisé incluso, la visita de gitanos que andaban en serie (siempre un poco desaseados y con cara de cansancio) y niños colgando,y con la puesta en escena del empresario peruano, me sentí tal cual: en el Perú, pero como en el Cuzco, o en algún pueblito altiplánico donde la gente habla cantado.O en alguna feria persa en algún sector pobre de la ex Yugoslavia, donde el mercadeo es intenso.
Intenso mi pasar por La Pampilla. Y fugaz también.
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