Decidí buscame marido como quien compra el pan en la esquina. Me inscribí en una ciberlista, pagué la suscripción, subí las fotos más extraordinarias y los email empezaron a llegar hasta saturarme el correo: el primer dìa 10,luego 20. Tenía un rápido retorno la inversión de 40 mil pesos.
A estos 35,todos los recursos -incluídos en ellos internet- los tomaría.
Consideré, el anonimato. Nadie podría descubrirme en esta ciudad llena de gente.
Pero erré:Mi nombre como ningún otro estaba al alcance de todos, como una marca y una rima. Dora,la corredora, pa servirle a su merced.
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