martes, 11 de mayo de 2010

Ándate pal Mundial

No contenta con la tragedia de haber enterrado a mi madre después que una Transantiago( Transhomicidio) la mató en una esquina muy chic y de alta congestión en pleno barrio alto, mi amiga flaca -que no hace otra cosa más que vender y promocionar sushi, y hablar de su club la “U”( cosa menos interesante que todo lo demás) insiste en que debo irme de viaje.
Lo más adecuado para mí en este momento, sería un largo y sin regreso paseo por Europa visitando a los tantos amores que tengo abandonados hace años, en España, Grecia, Francia, Holanda, Croacia, Suecia y Finlandia. Hoy me tiento también con una visita a Miami donde otros amados amigos a los que he dejado esperando desde matrimonios a bautizos.
Pero no. Ahí salta la garra de esta mujer de “Los de Abajo” diciéndome que me vaya pal mundial, y yo estupefacta la miro y la increpo diciéndole: ¿Y qué podría hacer yo en un mundial flaca, aer? A lo que ella responde y se ríe sin más que pensar, diciéndome: ¡weiar po! Solo eso ¡¡¡ Qué mas podrías tú hacer en un mundial si no sabes nada de fútbol, ni de clubes, ni de goles, ni nada de nada!!!!
Y lo cierto es que por mucho que este don Francisco (algo así como el Papa mediador de las comunicaciones en Chile) haya andado parte del verano por Sudáfrica haciendo estos documentales que hoy salen al aire, me parece aterrador el nivel de racismo que aún por esas tierras existe.
Pero yo de sufrimientos estoy bien harta y que la iluminación no me da para tanto, ni de monja de Calcuta en esas tierras calientes en todo orden, interracial, zambica y albina, es que vuelvo a encontrarme cómoda con el viejo continente, y hasta Buenos Aires de nuevo, y como primera parada, me acomoda para volver al gustito ese de barrios con edificios clásicos, al buen teatro, a los buenos cafés, y a la historia que se huele y ve en todas lados.
No iré al mundial no sólo porque el continente donde será es uno que no he contemplado más que en citárselo a mi madre, con algún antepasado estando yo segura que teníamos un pariente de por allá, dadas mis manos oscuras, las palmas y uñas blancas que me he visto toda la vida, tal como la de algún africano.
Menos queda para empezar el viaje de mi vida. Y en estos próximos 36, la felicidad venga a rebalsarme entera, a atorarme, a ahogarme y a quedarse en mi alma para siempre y sin historia.
Para siempre.
Es un mantra y decreto que hoy impregno en esta declaración.

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